Esta semana nos acompañan los filósofos Íñigo Ongay de Felipe, Iván Vélez y Pedro Insua Rodríguez.
Nuestros tertulianos empiezan definiendo la Yihad. Estaría por una parte la Yihad como esfuerzo del musulmán por mantener la virtud y las buenas obras, y la Yihad que es propiamente la que se traduce por guerra santa. Íñigo cree que una Yihad no se entiende sin la otra. Incluso cabe ver la Yihad del esfuerzo también en términos dialécticos, polémicos. Y cuando aplicamos la dialéctica a esta primera Yihad, inmediatamente advertimos que definiciones como las aportadas convencionalmente -esto es, el esfuerzo del creyente en la búsqueda de la virtud y las buenas obras- no son más que lisologismos que no significan nada si no se reinterpretan en el contexto de morfologías institucionales como la abstención de la ingestión de carne de cerdo, la prohibición del consumo de alcohol, &c. Y aquí radica el problema: que esto hay que contraponerlo dialécticamente frente al entorno institucional, político y religioso en el que los musulmanes desarrollan esa Yihad del esfuerzo que, en nuestro caso, es una sociedad cristiana. Entonces la Yihad del esfuerzo también se vuelve polémica y, como recuerdan nuestros filósofos, 'Πολεμος' (equiparable al 'bellum' latino) no es otra cosa que guerra.
Después nos preguntamos si el llamado Estado Islámico es realmente un Estado aplicando la teoría sintáctica del poder político del MF que explicó el profesor Bueno en 'Panfleto contra la democracia realmente existente'. La cuestión es muy prolija y no puede ser abordada a fondo en este episodio, pero nuestros tertulianos han esbozado algunas conclusiones. Parece que sólo sería un Estado (con características de califato) desde un punto de vista intencional, dado que aparece una capa basal. Corticalmente, desde las sociedades políticas de su entorno, no es un Estado soberano. Utilizando la terminología de Pike, ni lo es etic -nadie lo reconoce desde "fuera"- ni tampoco emic, puesto que el Estado es de Alá y en el Islam es bien sabido que no hay distinción entre la sociedad política y la sociedad religiosa.
También se ensaya una crítica de la tendencia de algunos analistas políticos a considerar la invasión de Irak de 2003 la causa de la génesis del Estado Islámico. Este esquema nos lleva a un tratamiento de la causalidad como si ésta fuera una relación binaria entre un componente causal y un componente del efecto. Veámoslo así: Y=ƒ(x). Pero entre la causa y el efecto habría que introducir un esquema material procesual de identidad (H) que haría más compleja la relación. Quedaría así: Y=ƒ(H,X). Según este esquema, la causa entonces no crea el efecto. Más bien éste es una alteración del esquema material de identidad. Por ejemplo, podemos considerar que entre la causa (la invasión de Irak) y el efecto (la aparición del Estado Islámico), habría que introducir las instituciones y tradiciones de la Yihad que estaban ahí desde mucho antes y que retroalimentan -por así decir- la relación porque también influyen en la decisión de EE.UU. de invadir Irak, entre otras muchas razones. También habría que introducir más actores en el contexto que harían más complicado el análisis. Una vez más los análisis más serios y profundos huyen del maniqueísmo.
Nuestros contertulios también comentan las declaraciones de Willy Toledo donde condenaba tanto el atentado yihadista contra los dibujantes de Charlie Hebdo como los ataques de EE.UU. con 'drones' contra objetivos yihadistas que a veces también producen víctimas civiles. Evidentemente, desde un punto de vista ético ambas acciones son reprobables, pero nuestros tertulianos nos recuerdan que la Ética no se puede componer sin otros puntos de vista que están inextricablemente relacionados con ella. Uno de esos puntos de vista es la Moral y aquí es donde vienen los problemas que Willy Toledo no es capaz de ver al estar ubicado sólo en la perspectiva ética. Y es que el Estado Islámico enfrenta sus morfologías políticas e institucionales contra otros Estados; no contra Occidente, que es otra lisología, sino contra partes específicas de lo que llaman Occidente. Nuestros tertulianos desarrollan este punto de vista.
Una de las consecuencias de la amenaza terrorista es la falta de seguridad en los Estados amenazados. Algunos autores como Fernando Reinares hablan del binomio libertad - seguridad. Pero volvemos una vez más a lo mismo: caemos en el sumidero de los lisologismos al no especificar morfológicamente las ideas de libertad y seguridad. Pedro además desarrolla un interesante análisis sobre la necesidad de los 'arcana imperii' según el punto de vista de la prudencia de los Estados.
El último asunto que tratamos tiene que ver con la reconquista de Al-Andalus que preconiza el Estado Islámico. Si bien los islamitas, como nos recuerda Íñigo, no son distributivamente un peligro para nosotros, sí lo pueden ser atributivamente. Y aquí es donde viene el problema. Pedro cree que la influencia del erasmismo, como caballo de Troya instalado en nuestras mismas sociedades cristianas, es la mejor arma del Islam para derrotarnos. Pedro nos recuerda el 'Comentario al Adagio Dulce bellum inexpertis' de Erasmo, que dice lo siguiente: «ni siquiera creo que se deba aprobar nuestra insistencia en hacer la guerra a los turcos. ¡Mal va la religión cristiana si su conservación depende de tales defensas!. Y no es lógico que bajo tales auspicios nazcan buenos cristianos. Lo que se consigue por la espada se pierde a su vez por la espada. ¿Quieres atraer a los turcos hacia Cristo? No hagas ostentación de riquezas, ni de ejército, ni de fuerzas.» Este pensamiento propio del panfilismo, muy extendido en nuestra sociedad actual, tan metafísico como apolítico, evangélico podíamos decir, es a juicio de nuestros tertulianos el verdadero alimento del yihadismo y de la amenaza del Islam.
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*Grabado el 31 de marzo de 2015.